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Bienvenidos a esta parte del bosque donde se puede escuchar al hongo hablar.
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La chica que escuchó hablar al hongo
Monstruo | 25 | Argentina | estudiante
Uso mi memoria para datos inútiles y trato de hacer espacio para lo que van a tomar en los exámenes. Amo leer e intento escribir. Antes dibujaba mucho. Vivo lejos, pero enamorada de las montañas y de
un conejo. Cada tanto me gusta ver videos de osos y de shibas. No me hablen nunca de abejas.
También estoy en
Cosas que sí ♥: escribir, leer, dormir en invierno, latín, escuchar música en viajes largos, stop-motion, geishas, mitología, cartoons, compras
Cosas que no ✘: ship hate, la cyber-policía moral, abejas, maltrato animal, colonización cultural


Te voy a guardar en un caleidoscopio ~
- 12/7 -
( x x )
❤
Crónica neoyorquina I
2 de julio de 2016 | 10:00 |
2 ✉
No sé por qué nunca hablé del viaje que hice a Nueva York con mi hermana y mi viejo a comienzos de marzo de este mismo año. La pasé bien, vi un montón de cosas de nuevas y quedé impactada por ciertos contrastes tercer mundo/primer mundo. Sin embargo, más allá de algunas fotos y comentarios que hice a mis amigas, no volví a hablar de eso, así que acá vamos.
Después de una eterna e insufrible fila en el aeropuerto JFK, donde sólo había dos ventanillas abiertas para controlar los pasaportes, lo primero que vimos fueron los suburbios a través de la ventana del airtrain, tren que va por arriba y conectaba con las estaciones de subte.
Yo había buscado y anotado, como una demente, las conexiones y calles que debíamos seguir para llegar al hotel porque no tenía ganas de andar preguntando direcciones. Mi hermana y yo sabíamos inglés, no a nivel nativo, pero mi viejo me dejó toda la responsabilidad a mí, así que estaba nerviosísima cuando bajamos del subte. El aire era frío, apenas eran las siete de la mañana pero como en Estados Unidos la vida empieza desde las 4 y terminar a las 8 de la noche o 10 a más tardar, la marea de gente ya transitaba por las calles.
El primer edificio que vimos fue el del New York Times y, al igual que muchos otros, era imponente y nos obligó a levantar las cabezas para ver dónde terminaba. Casi todos los edificios neoyorquinos son titanes de cemento, recubiertos por vidrios polarizados, que compiten por ver quién llega a tocar el cielo. A sus pies se mueve una corriente de hormigas envueltas, la mayoría, con abrigos negros, un vaso de café en la mano, un bolso-valija o mochila a sus espaldas. Las esquinas de Manhattan juntan los olores de distintos carritos de comida salada y algunas cosas dulces, son demasiados pero todos tienen clientela; la comida abunda casi tanto como los comercios, si es que no les gana. A mi parecer, la reina de todo esto es Starbucks: uno por calle, casi, fusionados con la famosa librería Barnes&Noble o tiendas de ropa deportiva (?).
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| Manhattan desde lejos |
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| Times Saquare |
En Buenos Aires, las únicas personas negras que vi eran altos y delgados senegaleses que venden bolsos truchos de Michael Kros o cadenitas y pulseras en el barrio del Once. No es lo usual cruzarse con ellos todos los días ya que son una minoría, pero nosotros quedamos asombrados por los negros neoyorquinos: altos, de espaldas anchas y cuerpos voluptuosos, peinados voluminosos y en todas partes, recuerdo que había uno en el subte con zapatos tan grandes que dije: "si me pega con eso en la cabeza, me mata". En Harlem son mayoría, y recordé los poemas de García Lorca; si bien no se trata de la misma segregación, los titanes desaparecen después de Central Park, no hay tantas sirenas cafeteras y de noche merodea alguna que otra rata. No significa que sea horrible, en absoluto. Pasamos una noche en un club con músicos y fue genial, la gente, el ambiente y la música. Mi viejo tenía ganas de una selfie y uno de los músicos se emocionó tanto que se tomó una con él y con nosotras, hasta nos invitó a cantar, pero no nos animamos asdfg.
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| Harlem |
Para ir cerrando esta parte, quiero romper con el mito de "si se da cuenta que sos latino te van a tratar para la mierda" y el "los gringos son muy fríos". Es verdad que no son como los argentinos que te besan, abrazan y si toman confianza les sale algún "boludo/a" con amor, pero no implica que sean aliens. Son cálidos a su manera, nunca me negaron ayuda cuando pedí indicaciones y si ellos no sabían, sacaban sus súpercelulares y te guiaban con el gps,
No sé cómo es el día a día para un latinoamericano que vive ahí, pero al turista lo tratan bien siempre que este sea respetuoso y no cargue con la prepotencia argentina característica. Si me discriminaron (?) yo no me dí cuenta. La gente del hotel, de los locales y de la calle, fueron amables, salvo algunos vendedores bien ratas que, con tal de sacarte unos dólares demás se ponen manipuladores y si no comprás, te miran con mala cara.
Etiquetas: lo que me llevo de la vida